miércoles, 16 de diciembre de 2009

Cansado de vivir en la inocencia

Hacerte mayor es como ser
crecientemente penalizado por
un delito que no has cometido

Anthony Powell: Temporary Kings

Manuel, el hijo de una de mis primas, me dijo hace pocos días: “Ya no quiero ser un niño”. En pocas palabras desea, valiéndose de una máquina del tiempo ficticia o de una poderosa magia imaginaria, saltarse lo que le resta de infancia y convertirse en un joven de quince años. Me sorprendió mucho lo que dijo, y a él pareció complacerle mi reacción. Después de unos segundos, le contesté: “Si quieres alcanzar tu propósito por esos medios, es señal de que todavía piensas como niño”. Su sonrisa se borró al instante y sólo miró la noche. “Manuel había sido una vivaz persona de diez años”, pensé.

Él ha investigado en internet sobre la infancia, la juventud y sus procesos, y me pidió que le contara cómo fue mi paso de niño a joven y lo que pienso sobre ello. Manuel, por su parte, cree que la infancia es una etapa inútil, donde sólo hay tristeza y dudas. Está convencido de que al tener más edad, ser más alto y tener novia todo se solucionará. Él es un ejemplo de que la felicidad no está “inobjetablemente adscrita” a la infancia.

Así como todas las fases de la vida tienen su dificultad, en la infancia, sin embargo, las responsabilidades son mínimas: levantarse muy temprano para ir al colegio, obedecer a los padres, cumplir con los deberes escolares y ser un buen niño o niña. (Aunque lo anterior se aplica solo a los infantes con familias medianamente estables y amorosas).Pese a esto, muchos niños, como Manuel, ven en esta situación una cárcel.

Sin embargo, las cosas no mejoran con el paso de la niñez a la juventud (en muchos casos se puede decir que empeoran). Si se duda de que la felicidad sea algo inherente a la infancia, pensemos en los jóvenes-adolescentes, en quienes pareciera que la confusión y la tristeza fuera algo implícito. Además en esta fase se comienzan a definir las características físicas, intelectuales y emocionales del individuo; es un vaticinio del adulto que se será en un futuro cercano.

He descubierto que la ansiedad de muchos niños por dejar de serlo obedece a una secreta angustia por no ser tomados en serio y por no ser creídos. En breves palabras, por ser considerados más niños de lo que en realidad son.

Como muchas cosas en la vida, no se aprende ni se enseña a ser niño, joven o adulto; solamente enfrentándose a cada etapa de la existencia se puede evolucionar y asumir el nuevo ser en que uno, paso a paso, se va convirtiendo.

A manera de conclusión, pienso que el paso de niño a joven es un proceso que no se puede ni debe forzar porque se da solo y, cuando menos se espera, el programa que tanto se amaba se olvidará sin una razón aparente y será sustituido por otro, y la vecinita con la que se jugaba a la pelota empezará ser considerada de otra manera.

Luego de toda esta charla no logré convencer a Manuel. Se levantó y antes de que entrara en la casa a despedirse le dije: “No te culpes por el divorcio de tus padres”. Lentamente me he dado cuenta de que los niños son menos simples de lo que creía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario